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El día que estalló la I Guerra Mundial Adolf Hitler se arrodilló «y dio gracias al cielo con un corazón desbordante por permitirle la fortuna de vivir en estos tiempos». El joven y fracasado Adolf encontraba su cita con el destino. Se acabaron los vaivenes de un albergue a otro, la venta de acuarelas por las calles… A sus 25 años, encontró en el ejército (bávaro) la orientación y el sentimiento de pertenencia que anhelaba. Nunca dejó de recordar aquellos días de sangre y fuego como lo mejor de su experiencia vital.

Que la Gran Guerra llevó a la II Guerra Mundial es una idea tan estereotipada que hace parecer inevitable el encadenamiento de ambos conflictos. Una simplificación que merecería matices porque ninguna de las dos guerras fue inevitable. De lo que no cabe duda es de que la experiencia de la primera forjó para bien o para mal el carácter de quienes vivieron ambos conflictos. «La guerra les cambió a ellos, ellos cambiaron el mundo». Sobre este reclamo gira la miniserie The World Wars que ahora en España emite el Canal Historia bajo el título Un mundo en guerra.

Más detalles en este artículo de Jacinto Antón en elpais.com

En el documental, que cuenta con la presencia de historiadores de prestigio, se da carta de naturaleza a un relato de discutida verosimilitud pero de indudable atractivo para el espectador. La historia del soldado británico que tuvo a tiro al soldado Hitler y no disparó.

LA MEDALLA, LA PINTURA Y LA LEYENDA

Henry Tandey (1891-1977) fue el soldado británico más condecorado de la I Guerra Mundial. El 28 de septiembre de 1918 se ganó la más alta medalla militar británica por su «bravura e iniciativa» en la quinta batalla de Ypres. Después de los combates, cerca de Marcoing (norte de Francia), Tandey se habría cruzado con un soldado alemán herido, le habría tenido el punto de mira de su rifle y al final habría decidido no disparar. El alemán le habría devuelto un gesto de agradecimiento antes de alejarse y desaparecer. Supuestamente ese soldado era Adolf Hitler.

La historia circuló en los años 30 a partir de una visita del primer ministro británico Neville Chamberlain a Berghof, el «nido del águila», la residencia de Hitler en los Alpes bávaros.

En el estudio de Hitler, Chamberlain  se fijó en una pintura sobre la batalla del cruce de Menin en 1914. En primer plano aparece un soldado, al parecer inspirado en Henry Tandey, que traslada a lugar seguro a un compañero herido. Hitler le contó a Chamberlain que ese soldado estuvo a punto de matarle.

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La pintura de los Green Howards con el supuesto Tandey acarreando a un herido

El recorrido del cuadro hasta el despacho del Führer resulta cuando menos enrevesado. Vayamos paso a paso.

Fue el regimiento de Tandey, los Green Howards, el que encargó la pintura al italiano Fortunino Matania en 1923.

Años después, en 1936, uno de los miembros del gabinete de Hitler, el doctor Otto Schwend, recibió de un amigo británico una postal que reproducía la pintura. El doctor Schwend había atendido al británico, el teniente coronel Earle, en un  puesto médico en el cruce de Menin en 1914, precisamente la localidad que reproduce el cuadro. Después de la Gran Guerra ambos mantuvieron el contacto.

Al ver la imagen, Hitler habría reconocido al soldado con el que se habría cruzado en 1918. El doctor Schwend solicitó una gran foto de la pintura y un asistente de Hitler se lo agradeció al regimiento de los Green Howards cuyo museo conserva la carta:

«Quiero agradecerles su amable regalo que ha llegado a Berlín gracias a los buenos oficio del doctor Schwend. Naturalmente el Führer está muy interesado en todo lo que tiene que ver con su experiencia en la guerra y se sintió emocionado cuando le mostré la fotografía… Me pide que les dé  las gracias por su amable regalo tan lleno de recuerdos».

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El primer ministro británico Chamberlain con Hitler en 1938

Esta carta es uno de los escasos detalles confirmados de esta historia. Se conserva en el museo. El resto entra en el terreno de lo dudoso y lo imposible.

Dudoso que Hitler pudiera reconocer en el cuadro la cara del soldado Tandey. El Tandey de 1918 con el que se habría cruzado Hitler había sido herido en la batalla y su aspecto, cubierto de barro y sangre, sería mucho más desaliñado que el supuesto Tandey que aparece en la escena pintada de 1914.

Imposible porque diez días antes del supuesto encuentro, la unidad de Hitler se había trasladado 80 kilómetros al norte de Marcoing, cerca de Cambrai, donde se encontraba el regimiento de Tandey.

La fecha tampoco concuerda. El cruce entre Hitler y Tandey se habría producido el 28 de septiembre, pero los archivos bávaros muestran que Hitler estuvo de permiso entre el 25 y el 27 de septiembre.

«Eso significa que Hitler o bien estaba de permiso o estaba regresando del permiso o estaba con su regimiento 80 kilómetros al norte de Marcoing», dice el biografo de Tandey.

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Hitler, a la derecha, en la I Guerra Mundial

Una estrategia recurrente para hacer pasar por verdad una mentira suele consistir en adornar el relato con gran abundancia de pequeños detalles en el relato. Y detalles no faltan:

En 1938, cuando Chamberlein visita a Hitler en su refugio alpino, el Führer alemán le habría comentado: «Ese hombre estuvo tan cerca de matarme que pensé que nunca volvería a ver Alemania… La providencia me salvó del fuego endiabladamente preciso que nos lanzaban esos chicos ingleses».

Chamberlain habría llamado a Tandey para contarle la historia, pero le pilló fuera de casa y un sobrino de nueve años respondió a la llamada. No hay ni una sola nota en los papeles de Chamberlain -ni en sus diarios ni en sus detalladas cartas- sobre esta llamada o sobre la historia de Tandey. Item más: en los archivos de la compañía telefónica no figura ningún teléfono en la casa de Tandey en Coventry en 1938.

¿De dónde salió entonces la historia?

El biógrafo de Tandey la atribuye a un comentario en una celebración de su regimiento en 1938. Un oficial la habría escuchado de boca de Chamberlain. El propio Tandey nunca estuvo muy seguro. Sí, admitía que en la batalla del 28 de septiembre dejo escapar vivos a soldados enemigos, pero no podía ir mucho más allá.

«Dicen que me crucé con Adolf Hitler. Quizá tengan razón, pero yo no lo recuerdo», comentó en 1939 al Coventry Herald.

Un año después cuando su casa, como gran parte de Coventry, había sido destruida por los bombardeos alemanes, Tandey habría lamentado no cargarse a Hitler. «Si hubiera sabido en lo que se convertiría», cuentan que dijo.

El resto del trabajo lo hicieron los periódicos: «nada de lo que Henry hizo aquella noche aminoró su sentimiento de culpa», «fue un estigma con el que Tandey vivió hasta su muerte», «Él podía haber detenido todo esto, podía haber cambiado el curso de la historia».

¿No resultaba extraordinaria la coincidencia? ¿que el soldado británico más condecorado de la I Guerra Mundial hubiera dejado escapar vivo a Adolf Hitler?

El relato no es otra cosa que un subproducto cuyo origen quizá haya que buscarlo más bien por los caminos de la psicología en los delirios mesiánicos del líder nazi.  Desde el fallido atentado de la cervecería de Munich hasta el de Stauffenberg el 20 de julio de 1944 en la Guarida del Lobo, Hitler se creyó protegido por la providencia.

Qué el mejor de los soldados británicos lo tuviera a tiro pero fuera incapaz de disparar y bajara su fusil encajaba en el relato mítico que Hitler construyó sobre sí mismo. La providencia le reservaba un destino grande, mucho más grande, y wagneriano que la muerte a los 29 años como un simple cabo desconocido en los embarrados campos de Flandes.

Y sin salirnos de la psicología (social, en este caso), no es irrelevante que la mentira cobrara vida propia impulsada por el irrestible atractivo de la historia virtual (¿y si Tandey hubiese disparado?) en un momento de máxima angustia de los británicos ante la amenaza nazi.