¿Quién no ha escuchado -en series, películas y en la vida real- aquello de que en la sala de autopsia los cadáveres «hablan»?
Amparado en ese símil y tomándome alguna licencia, este semana me he vestido de forense y he buscado en el último discurso de Alberto Ruiz Gallardón indicios sobre las causas de su «muerte» política súbita.
Mi conclusión preliminar apunta al suicidio por incompatibilidad de caracteres entre el estilo de Rajoy y la forma de entender la política por parte de Gallardón.
Un político para dirigir, no para ser dirigido. El exministro de Justicia se empeñó en ir hasta el final en su reforma del aborto pese a las señales de rebaja y consenso que le enviaba Rajoy desde hacía semanas.
Ahí dejo el enlace con el vídeo-comentario en Noticias Cuatro.
Principio de incertidumbre 