azotea

La escena culminante -una de las pocas rodadas en exteriores de la película Diplomacia– se desarrolla en la azotea del Hotel Meurice de París en la mañana del 25 de agosto de 1944. El general alemán Dietrich von Choltitz logra por fin comunicarse con el teniente Hegger. LLeva horas esperando una orden, la orden de volar por los aires los puentes del Sena y los más famosos monumentos de París: la Ópera, los Inválidos, la Torre Eiffel, Notre-Dame…

«Escúcheme, Hegger, la orden que le voy a dar es definitiva», grita von Choltitz por el micro de sus auriculares.

Y entonces se hace una pausa, un silencio… La cámara busca primeros planos de los rostros. El tiempo se ralentiza. Todos los argumentos de la película se agolpan en ese instante de duda, escuchamos los pensamientos del general que tiene en sus manos la terrible decisión de convertir en una ruina una de las ciudades más grandes y bellas de la historia.

Era lo que Hitler le había pedido apenas quince días antes cuando le entregó el mando de París: «París no debe caer en manos del enemigo, si fuera así, el enemigo no debe encontrar más que un campo de ruinas». La destrucción de la capital francesa le parece una venganza justa por los bombardeos masivos de Hamburgo, Berlín y otras ciudades del Reich.

Pero no ocurrirá. El 25 de agosto el general Von Choltitz incumple la orden de Hitler y rinde intacta la capital francesa a las tropas de la División Leclerc. Cuando la noticia de la capitulación llega al cuartel general de Rastenburg (Prusia Oriental, actual Polonia), Hitler se vuelve hacia el general Jodl y pregunta: Brennt Paris? (¿Arde París?). O al menos eso da pie al título del libro-reportaje de Dominique Lapierre y Larry Collins ( Paris brûle-t-il ?) y a la película de Rene Clement realizó en 1966.

diplomatie

La historia vuelve a las pantallas con Diplomacia de Volker Schlöndorf, que acabo de ver estos días. Schlöndorf (el veterano director de El Tambor de Hojalata) se basa en el texto teatral del joven autor francés Cyril Gely. Ni lo he visto representado ni lo he leído, pero sospecho que la película no va mucho más allá de la traslación a la pantalla de la obra de teatro. El guión no puede ceñirse más a las clásicas unidades aristotélicas de acción, tiempo y espacio. Una discusión entre dos personajes en una habitación del Hotel Meurice de París desde la madrugada hasta bien entrado el día 25 de agosto de 1944. Incluso los actores principales son los mismos que han representado la obra sobre el escenario. Puro teatro filmado, dicho sin ningún menosprecio pero también como aviso a futuros espectadores.

Todo el drama de la pieza se sustenta en los actores -muy buenos, por cierto- y en su intercambio argumental. El general Von Choltitz y el cónsul sueco Raoul Nordling. Von Choltitz tiene una orden que cumplir: destruir París. El mediador Nordling lo sabe y quiere salvar la ciudad de su vida.

Heredero orgulloso de la casta militar prusiana, el general Von Choltitz nunca ha dejado de cumplir una orden. Ni siquiera la más aberrante. En su hoja de servicios figura el bombardeo sin complejos de Roterdam y Sebastopol. Eran objetivos militares -se justifica- y en ese caso no entran en juego otras consideraciones. La tierra quemada es su especialidad. Tal vez por eso Hitler lo ha seleccionado y enviado a París donde reemplaza a algunos de los conspiradores militares del golpe del 20 de julio encabezado por Stauffenberg.

Por si le tiembla el pulso, hay otro incentivo. Un Von Choltitz airado se lo expone a Nordling. Tras el golpe frustrado, el régimen nazi ha aprobado una ley dirigida a la élite militar que pueda albergar veleidades derrotistas o traicioneras. La Sippenhaft convierte en rehenes a las familias de los altos mandos militares que desobedezcan al Führer. Von Choltitz tiene mujer y tres hijos en Baden-Baden. No era una amenaza hueca. El propio Rommel -implicado en el trama contra Hitler- fue invitado a suicidarse para salvar a su familia. «¿Qué haría usted en mi lugar», le replica Von Choltitz al cónsul sueco. El dilema alcanza al espectador. Si usted fuera Von Choltitz, ¿qué vale más? ¿París o su familia?

diplomacia habitación

Frente a este cúmulo de circunstancias se encuentra el consul Nordling con su capacidad de persuasión como única arma. No hay argumento al que no recurra ante el inflexible general alemán: la belleza de París, las miles de personas que morirán, la inutilidad militar de la destrucción, el recuerdo que quedará en la historia de Von Choltitz, la futura relación franco-alemana, la información privilegiada que posee, los valiosos contactos con la Resistencia…  Hay momentos en los que el general parece a punto de ordenar el arresto y fusilamiento inmediato del insistente cónsul, pero Nordling se ha convertido ya en la conciencia de Von Choltitz y ¿cómo fusila uno a su conciencia? La discusión avanza al tiempo que los asistentes tratan de restablecer la comunicación con el teniente Hegger, el único que puede apretar el botón que iniciará la voladura de París.

¿Por qué desobedece Von Choltitz a Hitler, según Diplomacia? Las pistas más visibles de la película son su disgusto con un régimen corrupto -el enfado con los SS que han venido a requisar obras de arte- y su propio  derrotismo: ha visto el rostro de la derrota en un Hitler babeante, parkinsoniano y deteriorado en su búnker de Rastenburg.

Hitler en Trocadero

Son sólo cuatro años, pero 1944 queda ya muy lejos de 1940, cuando el Führer se hacía fotos en Trocadero acompañado por el arquitecto Speer con la Torre Eiffel al fondo.

París no es ni Sebastopol ni Roterdam. París intimida. ¿Quién querría pasar a la historia el destructor de París?  «Cuando dentro de unos años vuelva como turista podrá decirse: yo salvé París», le dice Nordling a Von Choltitz.

París pesa demasiado. Tal vez ése sea el argumento definitvo que recorre Diplomacia de principio a final y frena el ánimo de Von Choltitz en ese momento decisivo en la azotea del Hotel Meurice.

En su anotación sobre la liberación de París, Borges escribe: «Además, ¿no ha razonado Freud y no ha presentido Walt Whitman que los hombres gozan de poca información acerca de los móviles profundos de su conducta? Quizá, me dije, la magia de los símbolos París y liberación es tan poderosa que los partidarios de Hitler han olvidado que significan una derrota de sus armas».

von choltitz autentico  raoul nordling
Los auténticos Dietrich von Choltitz y Raoul Nordling

Hasta aquí los motivos que pone en juego por el ejercicio dialéctico que es Diplomacia. La historia pudo tener otras razones. No hay constancia de un  encuentro el 25 de mayo entre el general alemán y el cónsul sueco -aunque es cierto que ambos se habían reunido en días pasados para negociar una tregua y la liberación de prisioneros franceses. Tampoco está claro si París se salvó por una decisión de Von Choltitz o porque los alemanes fueron incapaces de llevar hasta el final el plan de destrucción.

La historia oficial dice que Eisenhower, comandante supremo aliado, no tenían ninguna prisa por liberar la capital francesa. Supondría un retraso de sus planes de persecución de los ejércitos alemanes y le desviaría del objetivo de establecer una cabeza de puente sobre el Rin antes del invierno. Fue De Gaulle quien ordenó a la División Leclerc la toma de París. Y así hicieron ocultándoselo incialmente a los americanos. De Gaulle temía que una insurrección de la resistencia comunista en la capital frustrara sus planes políticos. La liberación de París se convirtió así en una lucha por el futuro de Francia.

La 2ª División Blindada del general Leclerc despachó de avanzadilla a la novena compañía del III batallón, la famosa «Nueve», en castellano, porque 146 de sus 160 hombres procedían del exilio español. Antiguos soldados republicanos, en su mayoría veteranos anarquistas, cuyo papel cada vez más se está viendo más reconocido.

Los republicanos españoles fueron los primeros en entrar por la Porte d’Italie de París a las 20:45 del 24 de agosto. De hecho, si nos fijamos en la foto de primera del diario Liberation del 25 de agosto, junto al líder de la Resistencia Bidault, aparece a la derecha el primer soldado «americano» -según titula erróneamente el  periódico-. Se trata de Amadeo Granell, teniente de «La Nueve».

granell liberation

Por lo que aquí nos concierne, otro español tuvo un papel también silenciado durante años en relación con Von Choltitz. Pasada la 1 de la tarde del 25 de agosto, los españoles de «La Nueve» tomaron el cuartel general alemán en el Hotel Meurice. Von Choltitz se rindió al extremeño Antonio Gutiérrez. Cuando le pidió entregarse a un oficial, como mandan las convenciones militares, Gutiérrez, que no entendió el francés del general, sólo acertó a responder: «Soy español». Entonces apareció por allí el teniente Henri Karcher que pasaría a la historia como el hombre al que se entregó Von Choltitz y después el comandante Jean de la Horie ante el que se produjo la rendición oficial.

Cuentan que Von Choltitz, quizá en agradecimiento porque el soldado había respetado su vida en vez de liquidarle de inmediato, le regaló su reloj de pulsera al extremeño Gutiérrez. El reloj que marcó la cuenta atrás de una destrucción que nunca llegaría a producirse.

 

 

 

 

comentarios
  1. Fernando dice:

    Felicidades, ¡Cuanta historia ignorada! Me ha gustado ¡Gracias!.

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